sábado, agosto 06, 2011

Leer ¨Informe contra mi mismo ¨, de Eliseo Alberto Diego ¨Lichi¨, en el Consejo de Estado de Cuba

Tomado de http://www.penultimosdias.com



Leer a Lichi en el Consejo de Estado


Por Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana
August 5, 2011


Supongo fue en el 98. Soy bioquímico y por entonces trabajaba en un laboratorio de genética molecular, consagrado a la creación de vacunas recombinantes para uso en humanos. Dengue, Hepatitis B y C, meningitis bacteriana, HIV, y exquisiteces así.

Éramos un buen equipo. Gente del Primer Mundo en el Polo Científico del Oeste de La Habana, en esa mole sepia que aparece al dorso del billete de 50 pesos cubanos: el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).

Después de estudiar en una Facultad de Biología con excelentes profesores pero sin un quilo ni para medio litro de agua medianamente destilada, el CIGB era la apoteosis de la libertad investigativa. Adscrito, por supuesto, a través de José Millar Barrueco al Consejo de Estado, contábamos con internet antes de la internet cubana, corríamos cualquier estilo de electroforesis, usábamos radioisótopos y sintetizábamos nuevas biomoléculas, todo con reactivos al por mayor Made in USA y, lo más importante para un lector voraz como yo, todo gracias a las revistas casi del día Printed in USA (y a los reprints que en especial los colegas yanquis nos enviaban a La Habana por un correo especial).

En uno de esos cubículos del piso 7B cayó como una bomba el informe. El Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto. Calculo fue a principios de 1998, más o menos cuando la vertiginosa visita del Papa Juan Pablo II a la Isla (oí galvanizado a Pedro Meurice uno de esos sábados laborables en mi laboratorio, cómicamente llamado G-2: Genética-2).

(Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología)

El libro, como tantos otros hallazgos editoriales de los años 90s, venía ya desguazado por el pase-pase clandestino de mano en mano. El nombre de Eliseo Diego me decía muy poco entonces. Y ésta sería ahora la biografía disidente de su hijito exiliado. Punto y aparte.

Así, con esa ignorancia insultante de profesionales, le entramos al mamotreto. De uno en uno, y sobre todo de una en una, nombres queridísimos que conservaré para siempre en la punta de mi lengua y que no mencionaré mientras estén en riesgo de ser acusados de conservar aún mi amistad. Leíamos siempre robándole horas de sueño a las madrugadas de fermentación o Polymerase Chain Reaction o secuenciación de ADN, aprovechando las meriendas nocturnas, la sobre-iluminación y el exceso de aire acondicionado que nos hacían vivir en una realidad casi virtual, futurista, donde el Período Especial era una sólo una pesadilla que nuestro solapín electrónico exorcizaba a ras de garita. Una pesadilla triste como la muerte a la que el tal Eliseo Alberto se encargaba ahora cabronamente de despertarnos.

Hubo, por supuesto, quien negó tres veces la prosa de Lichi. Y con toda la razón del mundo, además. Porque Informe contra mí mismo no es para nada un texto verosímil. Ni viviéndolo uno se cree tanta bestialidad incivil (las sutilezas de la Seguridad son peores que sus juicios sumarísimos y calabazos a perpetuidad). Hubo quien dejó de leer a mitad de libro, con lágrimas ideológicamente inoportunas corriéndole en público por la cara al intentar sin éxito defender al autor (cómo no enamorarme de semejante visión). Hubo quien leyó y sonrió o hizo mutis (todavía lo hacen y es su derecho). Dos o tres veces intentamos comentarlo de manera jovial en algún tiempo libre, chequeando las listas de exiliados y destinos foráneos para actualizarlas. Y hasta aquí el debate. Como ciudadanos del micromundo de enzimas y plásmidos, no estábamos preparados para polemizar políticamente mucho más.

Tampoco podíamos. Ahora, cuando buena parte de aquellos colegas están radicados en el exilio, entiendo mejor por qué. Cada cual arrastraba su propio informe contra sí mismo, contra nosotros mismos. A más de uno se le vetó de vivir bajo el mismo techo con familiares tan cercanos como sus padres, si es que deseaban permanecer contratados en el CIGB, pues al no resultar confiable su casa en la “verificación”, podría contaminarse allí o ser manipulado para revelar secretos de Estado (espero este párrafo no lo sea): a cambio, el CIGB les ofrecía un apartamento prestado justo al cruzar la esquina de 31 y 190 (después de una década, aún conservo esa dirección de memoria, P.O.Box 6162). A más de uno se le amonestó por no votar unánimemente en público. A más de uno se le culpó de escribirse con el enemigo. A muchos se les expulsó luego de acusarlos de pornógrafos (alguna vez alguien tendrá que explicar el nexo jurídico en Cuba entre pornografía y contrarrevolución) y de robarles información privada (incluso empleando la técnica tétrica de los micrófonos secretos).

Lichi ha muerto como si nada el fin de semana pasado. Jamás he vuelto a ver una copia de aquel libro; sí de sus múltiples novelas que, confieso, como toda la novelística cubana más o menos bien hecha, no le detecto demasiado encanto. Estoy más solo que la mierda mientras tecleo estas líneas de madrugada, con la vieja tara biotecnológica de trasnochar, pero no me siento nostálgico ni antropológicamente dañado, ni ansío una catarsis más o menos literaria o libertaria. Soy libre. Más libre de lo que jamás hubiera soñado con mis guantes cancerígenamente enchumbados de bromuro de etidio o fósforo alfa o poliacrilamida. Sólo me entra la duda de cuántos de mis colegas lo recordarán.

Sólo me entra la duda de cuántos de mis colegas me recordarán.
*************
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Leer ¨Informe contra mi mismo ¨, de Eliseo Albert...":

Buen artículo. No conozco el libro pero no me extraña para nada lo que se dice de él, habiendo sido unos cuantos de nosotros vigilados - aunque nunca informé contra mí mismo -, y no siendo biotecnólogo también tengo la costumbre de trasnochar. Tal vez por aquello que decía Martí de que "el trabajador intelectual prefiere tranquilidad y flujo de ideas de la noche" (la frase no es exactamente así pero no la recuerdo bien).
Ha muerto Lichi y se llevó una buena dosis de la verdad con él. Dios lo tenga muy cerca.

chicho el cojo

2 Comments:

At 8:48 p. m., Anonymous Anónimo said...

Buen artículo. No conozco el libro pero no me extraña para nada lo que se dice de él, habiendo sido unos cuantos de nosotros vigilados - aunque nunca informé contra mí mismo -, y no siendo biotecnólogo también tengo la costumbre de trasnochar. Tal vez por aquello que decía Martí de que "el trabajador intelectual prefiere tranquilidad y flujo de ideas de la noche" (la frase no es exactamente así pero no la recuerdo bien).
Ha muerto Lichi y se llevó una buena dosis de la verdad con él. Dios lo tenga muy cerca.

chicho el cojo

 
At 6:52 p. m., Anonymous Blanca Hernandez said...

Querido no se quien eres:Lichi tenia y tiene el encanto de los que saben decir y viven,aun,con mayor intensidad y pasion.
asombrate,a dos anhos de su muerte,somos muchos los que lo recordamos,lo releemos y lo amamos.

 

Publicar un comentario

<< Home